Las transformaciones en el mundo de los medios de comunicación se vienen acelerando de forma vertiginosa. Hace nada más diez años se anunciaba como novedad que las radios FM se consagraban frente a las AM en audiencia por la preferencia de los y las oyentes de formatos descontracturados. Un claro corte generacional entre quienes preferían una manera canónica de recibir las noticias y públicos jóvenes que querían otra cosa. Pasó también en la televisión pero sin cambios en el dispositivo tecnológico.

Ahora asistimos a la proliferación de los streaming, emisiones audiovisuales por internet de forma autónoma o curados en una programación, como la gran novedad del ecosistema y se comienza a analizar cómo este crecimiento impacta en el sector televisivo. La incertidumbre frente al comportamiento de las audiencias, la exploración de formatos para encontrar narrativas más cercanas y el mínimo umbral tecnológico que se requiere para streamear propiciaron que crezcan por fuera del nicho del que venían. En los años previos ya había un movimiento gestacional de personas que se animaron a dejar las producciones tradicionales en los estudios de radio y/o televisión para apostar, a pesar del modelo de negocios difuso, a canales por stream. Pero si bien la idea era librarse del corset de la industria de la información tradicional, el equilibrio de actores en el mundo streaming es todavía más desigual porque las plataformas de emisión y alojamiento como Youtube o Twitch no sólo son multinacionales con poder de imponer condiciones sino que también, al pertenecer al mundo digital, son inaprensibles por una legislación todavía muy incipiente y desconocidos sus engranajes algorítmicos. Las condiciones de monetización de los contenidos vienen de arriba y no hay ningún margen para discutirlas.

El 2024 parece perfilarse como consagratorio y la pregunta es por qué. Hace unos días, un solo programa emitido en vivo por internet le ganó durante tres horas en audiencia a todos los vivos juntos de los cinco canales de noticias y las seis radios de mayor alcance nacional. En la otra punta del fenómeno están los escasos views que tienen proyectos altisonantes del stream en sus horarios principales.

La hiper fragmentación de las audiencias tiene en ascuas al sector publicitario, corazón del modelo de negocios audiovisual, que se mantiene reticente por ahora a destinar una parte significativa de la torta en las producciones digitales. Según el análisis de tendencias de Kantar Ibope Media está creciendo la aplicación de datos y los modelos predictivos, lo que promete dar precisión “granular” a la hora de distribuir la pauta privada. En términos de formato, las producciones parecen apostar a una doble eventualidad: por un lado, lo instantáneo de un buen recorte de poco tiempo para replicar en redes sociales; y por otro, la ocasional organización de un evento especial, como fue el caso antes mencionado del canal Olga, “Soñé que volaba”, de Gelatina, la “fábrica de jingles” o el programa de Mex Urtizberea, “Fa!”.

Habrá que esperar los números concretos para definir si hay cambio de época o son épocas de cambios.

* Licenciado en Periodismo UNR